El tratamiento con la toxina botulínica, conocida popularmente como “Botox” por la primera marca que la comercializó, se ha disparado los últimos años. No obstante, es un proceso que genera muchas dudas ante su aplicación. Por ese motivo, os mostramos en qué consiste el tratamiento y aclaramos las dudas que más escuchamos en consulta.
¿Cómo funciona?
La toxina botulínica, es un neuromodulador, es decir, produce relajación en los músculos, lo que sirve para suavizar arrugas de expresión. Bloquea los impulsos nerviosos, lo que acaba relajando los músculos y su contracción hasta suavizar las arrugas.
Es el tratamiento ideal cuando se quiere prevenir o mejorar las arrugas formadas por la contracción muscular del tercio superior facial. Las zonas más habituales que se tratan con toxina botulínica son la frente, las patas de gallo y el entrecejo.
¿Qué duración tiene el tratamiento?
El tratamiento es atemporal, por lo que no hay época del año más propicia para este tratamiento. Sus efectos son prácticamente inmediatos y duran entre 4 y 6 meses. Los especialistas recomiendan repetir el tratamiento una vez sus efectos empiecen a desaparecer para tratar de “educar” a los músculos.
¿A qué tipo de personas va dirigido?
Este tratamiento es para toda persona que quiera prevenir o tratar las arrugas de expresión. Normalmente suele ser a partir de los 30 años. No está recomendado para embarazadas, gente con alergia a la albúmina, personas con enfermedades nerviosas o que estén en tratamiento con antibióticos.
¿Cómo se realiza el tratamiento con toxina botulínica?
Es un tratamiento prácticamente indoloro. Mediante una aguja muy fina se infiltran pequeñas cantidades de la toxina en los músculos de la cara, relajando así el movimiento de estos para borrar signos de expresión o arrugas. Tras la aplicación del tratamiento no se requiere de recuperación ni cuidados.
¿Tiene efectos secundarios?
Cuando el neuromodulador está aplicado por un médico especializado no tiene por qué haber efectos secundarios más allá de las molestias del pinchazo y algún hematoma. Es importante tener en cuenta el especialista que realiza la infiltración, pues una mala aplicación de la sustancia puede acabar borrando la expresión facial natural o provocando efectos no deseados. Algunos de los efectos adversos pueden ser la caída de cejas o párpados, asimetría facial y otros efectos mucho menos frecuentes como los dolores de cabeza.
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